miércoles

Y lo comencé a sentir como los frijolitos en tarritos de gerber, con los ojos empapados en vidrio esperando a que germinaran, con las promesas de madres-maestras-testigos de que algún día saldría un brote verde y crecería tanto que se retorcería en las puntas. Entonces me subía por el esófago y se extendía a cada anillo que lo comprimía y lo empujaba hacia abajo, no a mi estómago, ni a mis costillas, sino al suelo ese en el que no crece nada. Pero seguía subiéndome. Se trepaba en mí y yo estaba embelesada, sintiéndolo entre paso y paso queriéndolo ayudar a subir. Germinaba en mí, sacando hojas, sacando ramas, sacando hasta orugitas peludas. Yo quería escribirlo, quería gritarlo, quería todo pero no podía nada...quieta mientras se elevaba solo podía llorarlo. Y ya al final solo podía escucharlo, mientras se extendía, yo esófago destruido, yo cuerdas vocales despintadas, yo siendo tan nada y sintiéndome tan todo... 

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