viernes

La cita con el doctor

Algo me dijo esa señora, que me dijo de pequeña que le dijera ma, el día anterior. Algo me dijo antes, aunque se me hubiera olvidado, porque me despertó temprano. Entonces arremetí a la sagrada rutina del aseo diario, de la repetición inútil de los mismos actos sin sentido para no insultar a nadie con algún cabello fuera de lugar o alguna lagaña campante a la mitá de la cara...bla..bla.
Entonces al carro. Pedro Guerra susurrándome al oído promesas de amor, Silvio Rodríguez haciendo conjuros y fusilando canallas...¿yo?...yo escuchando con una ausencia casi retorcida. Y los giros y el rodar tremendo del carro retumbando por las calles.
El edificio blanco, las cuadradas escaleras, luego un portoncillo que se habría y una colocha señora dando los buenos días, yo con tibias sonrisas y anesteciado comportamiento. Miré entonces, esos cuadros viejísimos que tenían guindados con fotos de chiquitos y perritos, que de no estar muertos ya, debían estar viviendo en remolques con familias numerosas mirándose al espejo intentando descifrar a dónde se fue toda la belleza y ternura que tenían de peques. Que tétricos me parecieron, sonriendo con vestiditos blancos.
El doctor, claro el doctor. En su oficina, con sus aparatos, con su calidez médica. Su letra lenta, lenta para ser doctor. Sus preguntas sus cuestiones, yo respondía, respondía cansada de mi enfermedá esperando que pudiera ayudar. Sonrió, yo medio le sonreí ni me acuerdo.
En fin...me acostó me tanteó y todo parecía normal...

Entonces salió y el asunto se volvió un tanto esotérico. La señora colocha me puso un spray raro en la boca.
-Tráguelo.-me dijo-Se le va a dormir la garganta.
Lo trague sin entender porqué se me tenía que dormir la garganta. Ella me miraba casi con dulzura, al rato y ligera compasión. Yo sonreía instintívamente preocupada. Entonces volvió el doctor y la señora esta le pasó unos guantes, no sin antes decirme que me acostara y ponerme papeles como babero bajo la boca.
-Abra la boca bien grande y respire como jadeando, cuando le diga trague.-dijo el doctor.


Gastroscopía, se llama, o eso me dijeron a rato. Insentarle a uno por la boca una puta manguera con camarita a la orilla que viaja por todo el cuerpo grabándole a uno la vida interior.

caminando caminé

Es que solo andaba. Eso de dejarse arrastrar por las aceras. Luego un bus, luego otro y otro. ¿Cuántos buses había tomado ya? ¿Cuánta gente había visto apenitas de reojo?...siempre sin encontrar nada más que gotas, que mi propio sudor chupándome la frente.
Entonces ya para el quinto bus no sabía ni me importaba a donde iba a parar. Solo iba e iba. Es que solo eso...El bus amarillo. Pero que asientos tan cómodos, que aspecto simpático tenía aquel rebotar en unísono con toda aquella gente de sombrilla cerrada. Luego el Juan Ca, su mostachito sonriente, sus ojos juguetones brincando entre mano y mano que lo saludaba siempre con una alegría envidiable (o por lo menos envidiable por mí, ahí junto a la salida de emergencia, sudorosa y ajena)...
Que hombre simpático este Juan Ca, que al verme perdida solo pudo decirme, con una sinceridad que me dejó arrollada ahí en la acera: Ay mamita, espero que encuentre lo que busca...

domingo

El camino

Un día de estos vi una película. Solo de un tipo, un mar de simpatía...más bien un océano...todos los océanos. Él encuentra una rama igualita a Maradona, entonces se hace a la tarea de viajar de su pueblito metido en el bolsillo más escondido de los pantalones de la jungla, hasta el pecho desnudo de la capital donde se supone está Maradona...el resto da igual.

...Entonces me puse a pensar. Fue inevitable encontrarme casi que registrando mi casa, en busca de la más absurda imagen, de la más gastada escusa para llenar mi bulto, para tirar los zapatos a la calle, para hacerme una trenza y amarrarme bien el pantalón y caminar hasta que nada quedara.
...y, al rato...hasta podría encontrar una figurilla ahí que me diera para ir a Cartago, a la Basílica esa...o al rato...y hasta encontraba una que me diera para ir a Orosi (u Orosí), o...al rato y veía plasmada la imagen del Victor y ya tenía suficiente para irme a Chile...
...pero nada. Ni por meterme a la iglesia y aprenderme de memoria las facciones de los santos resultó. No apareció frente a mí el perfil de una Virgen llorando sal y queso, ni las manos benditas de algún beato...ni la cara de mi vecino. Nada...ni para dar dos pasos...solo para un suspiro.

viernes

son los truenos...espásmicos

...son cosas que pasan. Como eso de andar caminando en Alajuela y de pronto despotricarse y reventar al viento estático cada líquido que se lleva dentro. Haber mirado, antes, el mundo desde una banca en un parque ajeno...y estar atenta, atentísima a cualquier ruido, a cualquier voz que pudiera llamarme. Comiéndome la rosa de los vientos con los ojos, intentando encontrar una mano que moviéndose me invitara a algo...a cualquier cosa..., y no le temo a la gripe, quise gritar, no le temo al aliento...le temo más al jabón líquido. Pero no...el mundo se mueve y me echa siempre a un lado con descaro, y yo sentada miro con envidia a la gente que pertenece al mundo. Yo sentada sin saber a que mundo pertenezco, sin saber si existe, sin saber si al rato es solo mi mundo y nadie nunca va a poder entrar o yo salir...ay...comenzó a doler.
...y yo pienso que caminando nada puedo pasar. Porque si me muevo la tristeza no me encuentra. Porque si me muevo, aunque no sepa donda vaya, al rato encuentre algo. Sentada y estática...ahí si me encuentra la tristeza...pero a veces ni la tristeza se aparece...ay...comenzó a doler.
...entonces camino, camino por las rutas alajuelenses fingiendo que no busco nada, para ver si lo que busco se aparece en el momento más inesperado. A la puta...y suena un trueno. Y me cae encima...y yo que cruzo la calle me detengo...y me llevo las manos al pecho...y no sé como me arrastro hasta una acera y me echo ahí...no fue espásmico, fue doloroso.

lunes

.entre charcos.

Entre charcos me iría caminando, con océanos en los zapatos, con mi léxico corto, con todo y la tos chancha. Con la nariz roja, con las goteras que me ando adentro. Con tres rojos entre las letras, con menudo calentándose entre los dedos. Con solo una canción que tararear. Con tres prensas entre el pelo y sin ni una trenza para echarlo patrás. Sin ni un lápiz con punta, sin ninguna hoja seca, sin ni una idea que despedazar contra una paré.

Ay...yo me iría con menos. Pero...entonces llego y me subo al taxi, y dos ojos cansados me miran por el retrovisor. Una voz medio me dice algo, algo que ni entiendo porque ya no sé ni que palangana poner para que no se desborden las goteras...y entre lo que llega distingo como algo como un: ¿Dónde la llevo mi reina?
...me bajo...me hago tirada del taxi, sin escuchar el reclamo de hartancia del hombre y de sus ojos...me bajo y me echo a rodar a un techo...y me grito algo...algo que ni yo escucho porque las gotas no dejan de reventarse contra todos.
Y miro todo...todo desde el techo...los buses pasan, los taxis pasan, y las calles siempre están ahí...y miro y miro y miro y miro...¿a dónde me llevo?