martes

El trueno…luz agitadora

No era realmente la clase de persona que amara reír, de hecho casi no lo hacía. Aquella tarde estaba, especialmente, sumida en una seriedad perturbadora. Sentada en la acera de una calle mirando nada más el desgarrador paisaje urbano, añorando deseos de infancia y maldiciendo el futuro.
No, no era la clase de persona que amara reír, de hecho, no era la clase de persona que amara. Seria y sentada, así permanecería por siempre. Con zapatos tan rotos que casi podrían cantar óperas enteras y con camisas largas y descuidadas. Así, sentada y seria.
¿Qué miraba? ¿Qué podía ver una persona que estaba sentada y en una seriedad tan absoluta? Miraba el futuro, claro que lo hacía. Yo, la miraba a ella. Ya que era un misterio, tan sentada y tan seria, mirando el futuro con ojos negros y piel morena que la delataba.
Yo intentaba imitarla. Permanecía en quietud y serenidad, en inmovilidad absoluta intentando mirar más allá de lo escrito…pero solo miraba lo tangible. No pasaba mucho hasta que yo paraba en rendirme y la miraba, intenando ver en sus ojos aquella cosa que le llamaba tanto la atención.
Pues esta tarde, de la que hablo, llovía. Ella tenía la ropa que usaba los domingos, pero era jueves. Yo estaba en el árbol y las gruesas gotas distorcionaban aún más la confusa imagen de ella sentada y seria. Ese jueves en especial ella no se había movido ante nada, incluso estaba más seria que nunca.
Miraba, como siempre, un punto fijo. Tal vez una banca, un árbol o un pájaro; sin embargo, como siempre, lo que veía era otra cosa. No era yo lo que miraba, nunca me había notado, o tal vez sí pero no le interesaba, o tal vez sí le interesaba y por esa misma razón no me miraba con aquellos negros ojos capaces de volver piedra a cualquier criatura.
La lluvia era tanta y tan violenta, que sentí la leve tentación de irme. Pero era la misma intensidad de la lluvia la que me invitaba a quedarme acobijado por el árbol y el nido.
Sin embargo aquel cortejo que ella mantenía con el punto fijo no parecía tener fin, al igual que la lluvia. Creo que la misma naturaleza se sentía ofendida al verse impotente ante la mirada de ella, sentada y seria. Viendo como el más hermoso de sus aguaceros no surtía efecto en el enredo de pensamientos que ella tenía…
Yo me resguardaba en el árbol. Con, si así lo quieren, un poco de cobardía. Mas todos le tememos a algo…yo a la lluvia.
Era jueves, como dije, y como diré el jueves más melancólico que jamás yo haya vivido. Era un día triste, tan amargo que hasta me entran ganas de llorar al recordarlo. Como siempre todos pasaban y no nos notaban, ni a ella ni a mí. A veces creo que ella nunca existió, sentada y seria por siempre.
Era jueves, repito de nuevo, ya que el jueves es importante. Día de melancolías… ¡oh, día de sollozos! ¡Día de traiciones!... ¡Día esperanzado pero no correspondido! Pero ese jueves algo le correspondió a ella.
Llovía, detalle tan importante en este pequeño hecho, llovía a cántaros. Cada gruesa gota calaba hasta el hueso más profundo de mi pequeño cuerpo. Ella en su grandeza aguantaba en devoto silencio, en abrumadora seriedad.
Llovía, ¡importantísimo detalle! Tan importante, verán, porque es esa lluvia la que me hace dudar, la que me hace creer que lo que vi nunca pasó, que aquello no fue más que una quimera causada por mi propio deseo. O que tal vez esa misma lluvia me jugó una cruel broma, ya que viéndose frustrada ante ella me atacó a mí con un truco que no me dejaría nunca más estar en plena seguridad de alguna cosa.
¡La lluvia! ¡El triste velo de los jueves! ¡El telón que tapó antes de tiempo ante mis ojos el final del acto! Porque, y no lo crearán, ella estaba ahí sentada y sonriendo. ¡Sentada y sonriendo!
Como un rayo, certero y rápido, así fue su sonrisa. Como un rayo que desgarra con luz la oscuridad del cielo nublado, como un rayo estrepitoso que hace temblar los vidrios de las casas, como uno que te hace saltar del susto, un rayo que corta la electricidad de tu casa y te obliga a buscar velas con las cuales ahuyentar a la oscuridad… ¡Así fue esa bendita sonrisa de la que no estoy en completa seguridad de si existió!
En mi asombro la miré, sentada y sonriendo. Pero un efimero momento en el que ni siquiera parpadeé. Entonces, por primera vez en todo ese jueves con ropa de domingo, ella se movió. Ahora estaba de pie y sonriendo… ¡De pie y sonriendo!
Me miró y, creo no aseguro nada, me sonrió a mí, quien en tantas horas le procuré silenciosa compañía.
¡Oh, maldito manar frío del cielo! ¿Cómo pudo confundirme y cegar aquella despedida tan corta? Sí, tal y como lo dije, ¡aquella despedida!...
Quise volar hasta su hombro e irme con ella. Sus ojos me jalaban irremediablemente hasta ese calor humano al que yo no conocía, y hasta temía, pero la lluvia… ¡Oh tantas veces la maldigo! Y ella me esperaba, ¡de pie y sonriendo! Y yo…yo esperaba…yo…yo permanecí no indiferente, no, permanecí inmóvil. ¡Pero, por Dios, que desfallecía por volar hasta su hombro e ir a proclamar aquella verdad que parecía haber descubierto!
Fueron segundos, segundos que son lentos tan solo para quienes entienden la situación. Segundos de esos que nunca más vuelven por más que los deseemos de vuelta, de esa clase de momentos en los que es imposible dejar de pensar que son por los que uno se arrepentirá toda la vida; por más corta que sea como la mía.
No me moví… ¡Dios que me maldigo tambíen a mí por una demostración de la más impávida cobardía! Así que ella se fue con sus rayos y truenos en el rostro…y yo me quedé resguardándome en el árbol de mis propios miedos. Yo me quedé sumisamente en silencio; con gruesas cuerdas que, por mi propia voluntad, me ataban al árbol. Yo me quedé convirtiéndome poco a poco en cenizas.
Ella se fue, ¡de pie y sonriendo! Se fue tal vez a decirle al mundo todo lo que vio cuando estaba sentada y seria, tal vez le contó a sus hermanos que pronto estaríamos todos de pie y sonriendo. Tal vez es ella la que invoca los rayos y los truenos que resuenan y me traen esperanza en medio de la lluvia. Y cuando lo pienso y entre más lo pienso…y aunque soy cada vez más cenizas no me importa…porque ¡Porque ella, la que miraba en al futuro, la que podía ver el destino del mundo, se fue de pie y sonriendo!

5 comentarios:

mont dijo...

isa!
il est plus genial!

mont dijo...

isa, isa, isa, entonces, te voy a dejar mensajes alentadores, tipo, tu creatividad y talento es tal, que tan solo leyendo estas mayavillosas palabras me siento iluminada... sigue asi, que la tigreza te bendiga y te llene de nuevos amaneceres!!!
PITISTA

mont dijo...

pero mira chavela vargas, ya enserio, esto estan asquerosamente genial que dan como ganas de vomitar...

Chabe o Chave dijo...

vomitá pues...que el piso yo no lo limpio...

mont dijo...

vomito, pero acordate que vos también estas parada en este piso