lunes

12 de octubre (II)

Una señora grande y con vestido. Verde verde verde. Se sienta en tus sillas. Una señora grande y con vestido se rasca la entrepierna fingiendo distracción. Desviamos los ojos. A golpe, salto y caída nos raspamos los kilómetros. Una señora grande y con vestido se asoma por la ventana, una y dos y tres…zapatean las gotas en sus cejas.

Nadie ya se rasca o se raspa. Desviamos los ojos. Ahora cuatro mariposas nos silencian los párpados. La señora grande y con vestido parece quiere tragárselas. Yo no sé, pero eso parece. No se pone de pie, pero menea carnes y bombea sangre a reventar. Las cuatro mariposas parece quieren tragársela, yo no sé, pero eso parece. Ellas, cuatro, le brincan los moldes y la saltean de a pocos. Loca, ya, una señora grande y con vestido balbucea entre berridos los más filosos puñales. Escasas y ligeras, se libran del filo de la baba, y saltean un poco más.

En un mugido atroz se nos caen como costras más kilómetros. Una señora grande y con vestido lucha, esponja cansada de sus kilos. Verde verde verde. Ella se pierde y dejamos de verla, mujer yunta de su gula.

Un vos y una yo esquivando la piel del camino. Negro negro negro. De a pares se nos van desvistiendo las horas. Sin sensualidá, sin ganas, pura caridá.

El viento pare locos. Comadrona el sol, dicen. Salto, salto, salto…vamos despellejando el camino y desmenuzándolo pa la olla´e carne. Cuando haga frío, cuando haga hambre, cuando haga falta nos caminará los esófagos, empozando suspiros en el pecho, creando horizontes inalcanzables entre ceja y ceja.

Masticamos. Esperamos. Se levanta aquella madera seca y rota, siglos antes quemada a punta de olvido. Queremos ir a su encuentro. Dicen aquella madera se anda levantando. Sacando ramas, caminando hojas, palpitando semillas. Haciéndose una tierra y queja baten las entrañas de la madre. Engendrado el niño se la come de adentro pa fuera. Y todos quieren verlo asomar su cabeza de entre los dolores.

Señoras, grandes, tal vez, con vestido, tal vez, vuelven pescuezos sudorosos y tapándose la nariz se alejan del parto, antes escupiendo serpientes para que le arranquen los ojos al niño.

Salto, salto y salto un vos y una yo tragamos kilómetros. Negro negro negro. Se nos abalanzan de a tríos los verdes vestidos de una mentira tupida de viento, que es nomás el soplo de los cobardes. Dicen, nos siguen cuatro mariposas, que destripando himnos nos libran de un ánimo patriótico. Ánimo de herrumbre escurre ánimo doloroso.

Llorando quebrantos vamos limpiando chancletas. Grieta a grieta llora también el camino, y entre su mugre Jesucristo es maquillado, y corren a vestirlo, alimentarlo. Él, más llaga que hombre, mira malagradecido. Su boca chorrea vino y muere quien lo prueba.

Salto a salto a salto. Recreando risa. Verde verde verde. El vestido verde de la mujer grande. La mujer grande que a palmos maldijo mariposas y a palmos pare estrellas embusteras. A palmos, uno dos tres palmos, a palmos estorbosos ella embarrada de fantasía es puerto donde embarca todo dolor, toda mentira, toda soledá, todo miedo y toda mierda. Verde verde verde. Ella nos pinta la libertá a palmos.

Y pariendo y pariendo y pariendo. Pare pare y pare. Paren hombres, paren mujeres. Parirán niños y parirán niñas. Ella dice parir libertá, cuando caga nomás una costumbre. Salto a salto a salto. Ella lo abarca todo.

El viento pare locos. Comadrona el sol, dicen. Salto, salto, salto…vamos despellejando camino. Dicen, nos siguen cuatro mariposas. Y, dicen, aquella madera se anda levantando. Salto y salto, el viento pare locos.

Tus piernas mis piernas nuestras piernas. Cayéndosenos costras. Ni verde ni negro. No hay color que asfixie. Nomás la sacudida. Y grita un niño y la madera tullida lo abraza. Tus piernas mis piernas nuestras piernas. Placenta sangre sal azúcar. Nace muerto, pero grita.

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