me hallé flotando en mi propio océano. mi sangre sin venas definiéndola se creía vertiente clarita. mis pulmones desalambrados invocaron todos los vientos que les dormían en sus bronquios bronquiolos y alveolos. mi corazón se partió en mil pedazos. las luciérnagas le arrancaron pedacitos que masticaban con sometida paciencia. les oía retumbar los pechitos cuando tragaban, adquiriendo nueva vida se quedaban quietecitas, tantéandose con las patas los tumbos.
se me fue soltando la piel, entonces. iba yo como deshojándome. y miraba mis manos marchitándose, botando petalitos y llorándolos. uno, dos, tres...pronto los diez ya flotaban melancólicos en mi océano. mis manos acunando semillas. viento, viento tráeme canción...cantaban sin guitarra sin voz. luego soltaban su líbido al aire. como soltar cuervos. como soltar palomas. a ver cual vuelve con el olivo en el útero. lloraban y cantaban más. y soltaban semillas. que en aquel huracán se iban buscando tierra firme donde pudieran penetrar o ser penetradas.
los ojos se me derritieron e hicieron sus vertientes por todo lo que fue o era mi cara. con la vista dilatada horizontal me percaté de que las luciérnagas palpitando encontraban atajos fuera de mis cavidades. ellas antes canción. ahora notas dispersas. un fa, un do, y un la estaban embobados con mi cuello. sacándole tonaditas limitadas. un sol se despedía de un mi y salía de la mano de un si a comerse el cielo, otro cuerpo. quedó un re que dejó el sostenido por un bemol. luego nada más un mi sostenidísimo que carroñero hurgaba todavía en busca de corazón. tal vez para el camino.
1 comentario:
qué lindo, qué lindo
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