viernes

fresco de menta

No se me había ocurrido, la verdá. Ya me había acostumbrado a la lengua quemada, a la espera inquietante que le precedía y a la sucesión de sorbitos hirvientes que se coagulaban en mi garganta. Pensar en el té de menta de otra forma era casi (era) incompresible, impensable, impermeable...
Estaba feliz, si me acuerdo bien, si esa palabra realmente calza, si eso que yo pensé que me ocurría era felicidad. Entonces casi no trabajaba, hablaba todo el día y toda la noche, me reía y luego me sentía algo mal del estómago, algo bastante mal. Esas últimas semanas estuvieron teñidas de Sui Generis, Peter Gabriel, King Crimson, Radiohead y otros tantos que conocí en el camino...
Entonces surgió la cuestión en esas charlas de cinco de la tarde, esas charlas con los papeles desparramados en la mesa, con los lápices guindando, con las ojeras bien pintadas y con la única promesa de una larguísima noche frente al monitor...esas charlas que evaden el fin, que sacan y sacan verdades y recuerdos, todo para no continuar.
Entonces dijo (con algunos parches que mi mente remendó por el tiempo que ha pasado):
-Sí, el té de menta es rico...¿no ha probado el fresco de menta? Es delicioso, en un vaso con hielos después de correr.
Yo me quedé pensando en eso del fresco de menta bastante rato...pero diablos, estaba en la u sin taza, sin menta y sin hielo...y con todo menos kilómetros encima.

Me resulta interesante la cantidad de semanas que tuvieron que pasar para que, al fin, me dieran ganas de hacerme un fresco de menta. Sabe raro. Porque sabe como a agua, pero luego...cuando se traga, queda como algo en la garganta...menta, tal vez, no estoy segura.

No hay comentarios: